Otro genio sin el Nobel

| miércoles, 20 de junio de 2012 | 23:06



Se nos ha ido Ray Bradbury. Y lo ha hecho sin el premio Nobel. Una iniquidad, aunque bien sabemos que la vida no se caracteriza precisamente por la justicia. Tendrá unos cuantos compañeros, Juan Marsé, E. L. Doctorow, Stephen King… -sí, también él se lo merece-, y engrosará la nómina de los grandes que nunca lo recibieron, Nabokov, Zola, Joyce, Twain… Decir que Ray era solo un escritor de science-fiction gringa es como decir que la bandera española es solo un pedazo de tela con una combinación de colores más bien estridente. Personalmente, hubo dos de sus libros que me marcaron al hierro con la vocación de escritor: El hombre ilustrado y Crónicas marcianas. Sí, la célebre Fahrenheit 451 era una hermosa parábola -su adaptación al cine fue atroz-, pero no me dio uno de esos besos que llegan hasta el hueso. Las otras sí, las otras llenaron mi cabeza de brillantes cohetes, de rojos desiertos cruzados por veleros solares, de teléfonos que sonaban insistentemente en planetas vacíos, de seres tan frágiles que debían asesinar para proteger su modus vivendi, de habitaciones de juegos que se convertían en trampas sádicas y feroces… Recuerdo estremecido uno de los mejores cuentos de terror de la historia universal de la literatura: la Tercera Expedición, perteneciente a Crónicas marcianas. Es tan cruel y tan delicado que lo releo cada cierto tiempo para recordarme con qué pulso llevan el timón los verdaderos maestros. El mismísimo Borges decía que era uno de los relatos más alarmantes que había leído en su vida. Y qué me dicen de La larga lluvia, incluido en la colección de relatos de El hombre ilustrado; un cuento obsesivo, claustrofóbico, desquiciado, tan torrencial como la lluvia que cae a lo largo de todos y cada uno de sus caracteres -espacios incluidos-, y que provoca que lleguemos exhaustos al punto y final. Podría hacerles un análisis rimbombante acerca de las virtudes fantásticas y clarividentes de Ray, pero, créanme, lo mejor que me ha dejado es una inquietud insoslayable, un malestar intermitente, cuando observo a mi pareja y me hago ciertas preguntas para las que no quiero saber la respuesta. Maldito -y bendito- el día en que leí Marionetas S.A. 

3 comentarios:

Begoña Argallo dijo...

Quizá no les dieron el Nobel, pero darles un reconocimiento a través de un blog es una forma muy loable de compensarles.
Todos tenemos algunos no premiados en la lista.
Saludos

Rodericus dijo...

Supongo que para los del comité del Nobel, la ciencia ficción sigue siendo un genero menor.


Pero la literaturas, sea del genero que sea, está tejida con sentimientos y sensaciones que son universales, extensivos a toda la humanidad sea cual sea su tiempo y su origen.

Saludos.

IGNACIO DEL VALLE dijo...

A mí eso de los géneros menores me hace un montón de gracia, en serio.