Bocatto di cardinale XXXVI

| jueves, 15 de abril de 2010 | 0:30

Con el permiso de Scott Fitzgerald, Salter es mi escritor preferido. Es la esencia del haiku, llega a lo grande evocando lo nimio, sin trascendencias, sin imposturas. Es sincero, es real. Porque, como él escribe, hay ciertos individuos que nacen para ser impetuosos, para vivir de gestos y salvaguardar su orgullo. Su mundo es honorable, es legítimo, es de hombres, en el sentido más humanista del término. Hombres cuya forma ha sido dada por los incidentes, por los acontecimientos inesperados, por las pruebas invisibles. Salter, como Lucifer, dice Non serviam. Y logra que me quede sin respiración a la mitad de ciertas páginas, admirando, maldiciendo y preguntándome cómo no he sido yo quien las ha escrito.

6 comentarios:

Begoña Argallo dijo...

Con bastante vergüenza he de confesar que no leí ni a Fitzgerald ni a Salter. Otra capa de piedras sobre mi ignorancia supina. Qué le vamos a hacer, quizá para ellos es una suerte porque reconozco que hay libros demasiado buenos para mí, y quizá el hecho de que no caigan en mis manos sea lo mejor para su autor. Así no puedo destrozarlos perdiéndome en medio de su exposición e interpretándolos váyase a saber como.
Reconozco que a veces soy el tipo de lector que un escritor odiaría para sus obras, soy demasiado simple de entendederas, la verdad.

Eso es algo que ya tenía bastante claro, pero aún lo tengo más claro desde que el otro día mi hija se trajo a casa El guardián entre el centeno de Salinger y se ríe como una descosida leyéndolo.
Yo lo devolví a los pocos días hace años bastante enfurruñada porque me pareció angustioso. He ahí la diferencia entre los ceros patateros y los sobresalientes.
Qué tarde me pilla para aprender, eso es lo peor; saber que nunca se vivirá lo suficiente...

Ilsa dijo...

De Salter he leido " La última noche", un gran libro de 10 relatos que no te dejan indiferente. A mi me delumbró su forma de escribir, con frases cortas y otras que parecen no tener significado, pero al final te das cuenta que lo tienen .Fue como observar un cuadro de cerca, al cual no le ves sentido, pero cuando te vas alejando ves todo el conjunto con sus detalles y descubres lo maravilloso que es.
Del libro que comentas, lei una crítica de John Irving que decía algo así :"Ningún hombre que sea sincero consigo mismo, puede leer "Quemar los días" sin envidia" .
Un saludo.

IGNACIO DEL VALLE dijo...

Pues lo acabas de describir perfectamente. Y La última noche no es su mejor libro, yo prefiero Años luz, pero todo resulta prodigioso.

Begoña Argallo dijo...

Estuve leyendo la sinopsis del libro y me parece de lo más interesante, me lo apunto para leer en un futuro. No hay mejor reconstituyente para los sentidos que el jugo de la memoria.

Tineo dijo...

Enlazando este post con el anterior, me pongo a comentar algo que tenía en cartera pero que por fas o por nefas no me ha sido posible. Estos dos post me dan pie para ello.
Hace algún tiempo leí una recomendación de Ignacio: “Las manos cortadas”, lamento decir que terminé el libro con una autentica sensación de asco, el final me pareció deprimente, Allende no se merece ese tipo de defensa, déjenlo estar.
Que Luisgé quiera ajustar cuentas con su pasado, quizá con su falta de……….., no tiene que hacerlo de esa manera tan vomitiva., pero quizá solo sea el espejo de los de “esa” generación.
Al revés Mankell, ese escritor profundamente socialdemócrata y comprometido -no en vano se dedicó en cuerpo y alma a intentar mantener un teatro en Mozambique- ajusta cuentas con su pasado, en su novela “El Chino”, de una forma mucho más íntima, mas introspectiva, tierna en algunos casos y no por ello menos crítica y efectiva.
Suerte que tenemos a Lorenzo Silva, siempre en la línea de lo “incorrecto” sin amargar, su evolución en los libros de Vila y Vir son un compendio de la historia de España de los últimos 25 años, una delicia, si Alatriste está en la Academia “Bevilacqua” debe estar.

Sandra Sánchez dijo...

Apuntado queda.
;)