Filipinas III: Intramuros

| domingo, 14 de marzo de 2010 | 0:02

Dentro de las murallas históricas de Manila, está la iglesia de San Agustín, la más antigua del país, con un monasterio adyacente majestuoso. No te esperas todo lo que te aguarda dentro. No hace falta decir mucho más.




Una recomendación al gobierno filipino: más seguridad. Tuve una oscura tentación de llevarme algún jarrón chino. Hubiera cabido en mi macuto, hubiera salido con él, hubiera adornado un sitio especial de mi casa. Ay.








4 comentarios:

Begoña Argallo dijo...

Preciosas imágenes que me traen recuerdos del castillo Fortaleza en Braganza. Al entrar sientes que el tiempo se estanca porque es un museo, con trajes de guerra, armas de todas clases, objetos de tortura, mobiliario antiguo, cuadros antiquísimos de capitanes y personas ilustres por doquier. Además hay personal dispuesto a contarte como sucedió todo, a explicarte lo que quieras preguntar y hay preguntas ( yo estaba muda) de visitantes que tienen su qué y ninguna se quedaba sin respuesta. Ni que decir tiene que yo pasaría meses allí hasta enterarme de cómo fue la cosa y que los míos se me llevaban casi arrastras hasta la siguiente sala y vuelta a empezar. Era todo impresionante y pienso volver, pero me estudiaré la guerra portuguesa antes para abreviar.
Es uno de esos lugares en los que te hubiese gustado nacer para ir todos los días un ratito y soñar entre sus paredes. Pero no todo fue tan sensacional. Para subir al mirador, que era la parte final del castillo había una escalera hecha por dos palos y muchos travesaños. En cuando la vi yo dije: no puedo subir, pero ellos me respondieron da igual bajamos ahora mismo. Y sucede que los tres desaparecieron por aquel escaso hueco desde el que te miraban las nubes, así que el pánico a que se despistaran y se rompiesen la crisma se hizo insoportable y luché por subir. Alguno asomaba de vez en cuando para reírse, o animarme y ni hablar. Hasta que una pareja de jóvenes se plantó y dijo que hasta que yo no subiera no bajarían porque la vista era espectacular y no podía perdérmela porque iba a arrepentirme toda la vida.
Dieron en el clavo porque no me gustan los arrepentimientos, no puedo con ellos. Y subí. Fue una subida penosa de la que ni quiero acordarme, pero que majos aquellos dos esperando a que subiese para poder irse de una vez, me parecieron guapísimos (y creo que estarán juntos hasta la ancianidad). No me mintieron, la vista era de esas para no olvidar y dilaté la vista todo cuanto pude porque me gustaba y porque no quería ni pensar en cómo bajar. Quizá por eso la disfruté tanto.
Si la subida fue penosa, de la bajada mejor ni hablar. Al final envié a los míos delante y mientras bajaban lo vi superfácil. Después de mí estaba una pareja de más o menos mi edad que me miraban como si fuese el monstruo de tres cabezas, no era nada personal y lo entendí, sólo querían que dejase de hacer el gilimemo y me pusiera a bajar en serio. No pude hasta que me tomaron a risa y les cambió el aspecto hasta llenarme de confianza por mí misma y por esos travesaños con tan mala pinta.
Creo que si vuelvo no tendré el valor de subir de nuevo. Porfa alguien cambie las escaleras por unas de verdad.

Ilsa dijo...

Fascinante la Iglesia Indestructible, y muy bonitas fotos.Si todavía sigues allí, he descubierto una curiosidad: La Iglesia Ni Cristo.Es de lo más original, y cuentan que la mandó construir el propio Jesús a un creyente, pero para que predicaran que no creyeran en Él.He visto una foto por internet y su arquitectura es,de momento, fuera de lo común.
Un saludo.

Begoña Argallo dijo...

Lo siento, desde el primer momento que vi estas imágenes me intrigó el contenido de esas urnas. Y tenía la esperanza de que alguien preguntase, pero parece que aquí la que doy la lata siempre soy yo: no me gusta pedir lo imposible, pero si pudieras explicarlo te lo agradecería.

Acerca del mirador del castillo Fortaleza en Braganza apuntar algo: Todas las personas mayores que acudían se quedaban con la pena de no poder subir. Todos los enfermos se iban cabizbajos y los niños pequeños se quedaban al cuidado de alguien mayor, las chicas con tacones o faldas esperaban a que sus parejas les contasen lo que se podía ver con un gesto de impotencia. Con lo cual hubo mucha gente que pese a mi bochorno de ida y vuelta me envidió.
Si volviese seré honesta:tendría claro que no debería dar semejante espectáculo, pero volvería a subir aún a pesar de que la escalera podría ser la misma, con lo cual la cosa aún sería peor. Pero por nada del mundo podría perderme una de las mejores vistas que he contemplado. Todo ese castillo me dio para un relato corto. La memoria guarda recuerdos que el corazón olvida. Tardé mucho tiempo en saber cómo podía ver un castillo con tanta claridad si nunca había entrado en uno de esa época. Creo que el taxi-noria va a salirte más barato de lo que habías pensado.
Saludos

IGNACIO DEL VALLE dijo...

Lo de los taxistas es pa matarlos...