El efecto espejo

| domingo, 8 de febrero de 2009 | 0:01




Cualquiera que tenga un éxito fulminante o se haga famoso repentinamente, se vuelve gilipollas durante un año y medio o dos, es un hecho. Esta frase es del actor Bill Murray, que seguro sabe de qué habla. El éxito provoca que durante un tiempo nades en mares de gloria y whisky, como decían en The Hustler, el problema es que si no te andas con cuidado el Gordo de Minnesotta te la va a meter doblada en ese intervalo en que sólo piensas en cómo quedaría tu jeta en uno de esos geypermans articulados que fabrican a gogó en cuanto alguien es provisto de sus quince minutos de fama a lo Rick Astley. ¿Le recuerdan?, ¿recuerdan a Rick Astley? Para mí es el ejemplo más flagrante de One Hit Wonder, estos señores que sacan una canción al mercado, y durante equis tiempo acaparan las carpetas de las adolescentes y los cuestionarios de las revistas de tendencias y son programados en las radiofórmulas hasta el agotamiento nevioso, y que de un año para otro desaparecen de forma que ni Google puede volver a dar con ellos.


Hay muchas causas para convertirte en un One Hit Wonder, en flor de un día o una semana o un par de años. Pero una de las más letales es lo que yo llamo el efecto espejo. Mientras dura el resplandor comienzan a aparecer a tu alrededor una corte de los milagros, vampiros, arribistas, palmeros, pelotas, miserables varios, envidiosos y enanos que se te suben a los hombros para ser más visibles, erigiendo a tu alrededor un monumento de espejos para alimento de tu ingenio y festín de tu vanidad. Esto provoca que la mayoría de tus percepciones sean equivocadas, y que inicies un alambicado y quimérico soliloquio en el que no hay crítica, ni burla, ni miradas extrañas, y sólo ves la uniformidad de tu rostro repetido cien veces, pero ni siquiera es el real, sino el que a ti te gustaría poseer.

Artistas, deportistas, empresarios, famosetes de medio pelo… Harto estoy de comprobarlo, sobre todo algún fin de semana en que me topo en Budha del Mar o garitos de Madrid por el estilo a ciertos exconcursantes de todo tipo de programas, puestos hasta las cejas de soberbia, en su camino inexorable hacia un abismo sin memoria. Olvidar nunca hay que olvidar que tu posición actual no es la que determina el éxito, sino tu trayectoria, y que el verdadero éxito es siempre de aquí a muy, muy largo plazo, y para ello es necesaria la versatilidad, la creatividad, la perseverancia y la humildad. Pero, sobre todo, escuchar a los que te quieren.

4 comentarios:

CC BAXTER dijo...

Joder, que gran artículo. Me parece que es el mejor que he leído en tu blog. Y me lo he leído entero. ¿Cómo haces para escribir tan bien? Que sepas que eres un capullo con suerte (con perdón) por tener tanto talento, que sospecho, irá creciendo. Cuidado no te aplaste(es broma). Saludos
PD: Ansioso me tienes con tu próximo libro.

Anónimo dijo...

Sí que escribes bien, pero no es lo más importante, lo es el mensaje..
Está claro que nuestro peor enemigo es nuestro propio ego, me imagino que es el lastre con el que también tú tienes que lidiar por esa fama que te ha llegado
Pero el resto de los mortales tenemos que lidiar con un yo mucho más inseguro que nos dice día tras día..."..no lo vas a conseguir"
Gracias por estar ahí, bss

IGNACIO DEL VALLE dijo...

El ego es necesario para mantener unida toda la esquizofrenia con la que cargamos los que nos dedicamos al oficio. Ahora bien, para no pasarte de rosca es esencial que lo relativices todo. Yo tengo un truco, a ver qué os parece.

Mira, el día que te miras demasiado el ombligo, no tienes más que pensar que un escritor es sólo un tipo que escribe, ni operas a corazón abierto ni has inventado Internet ni eres Ricky Martin. Es decir, que hay más de seis mil millones de personas que no tienen ni puta idea de quién eres, es fácil. Al final, en lo que único que creo a pies juntos es en la tortilla de mi madre, en la familia, en ciertos amigos, en la moza, en un poco de honor y en que la gente esté entretenida cuando me lea. Lo demás me da que es humo.

Abrazos.

Anónimo dijo...

Ah, l'honneur...es que en realidad cuesta mucho ser un cínico, n'est-ce pas? Y está bien así :-) dari.